CARTA A YESSENIA

Para escribirte esta carta tuve que esperar el momento entre los días que siguieron tu partida para alcanzar la calma que perdí la noche de aquel martes.

Eran las siete de esa oscura noche, cuando terminaba para mí una jornada cargada de noticias e informaciones, tal como discurren los días de todo hombre de la comunicación.

Mientras nos dirigíamos a nuestros hogares en medio del camino, timbró inesperadamente el teléfono de uno de mis acompañantes, llegaba la noticia de aquel horrendo asesinato.

El impacto de esa llamada motivó al instante nuestro desvío en el trayecto, dirigiéndonos entonces al lugar del hecho, La Venezuela, una avenida de la muerte, calle arriba, a siete esquinas del parque Juan Pablo Segundo.

Al llegar a la escena del crimen, en el interior de tu carro, yacía tu cuerpo inerte con una bala en la cabeza, marcado por la implacable voracidad de las llamas, tendido en los brazos de la muerte.

La luz de tu rostro ya se había apagado, quedando solo en él, la imagen de aquel aterrador crimen.

Quiera Dios que tu muerte no quede sin justicia como otras tantas. Aunque no te conocí no mas que en tu muerte, no puedo despedirme sin pedir al Señor misericordia para tu alma.

Ojala que tu muerte ilumine el entendimiento de aquellas y aquellos cuyas almas han sido segadas por espejismos y falsas ilusiones para que despierten y puedan escapar a tiempo de las manos del desengaño y el rencor. Descansa en paz Yessenia. Se despide atentamente: José Julio Escotto Taylor

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